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EL MUERTO AL HOYO

 


Vivimos en la era de los farsantes, que no de los faraones. Mientras nuestros multititulados y expertos dirigentes y representantes se dedican a sus labores, ignorándose la naturaleza de tales afanes, la tropa obedece y recibe todos y cada uno de los bofetones que su comportamiento borrego merece, y alguno más extra procedente de otras dimensiones. Mientras se fomenta la paranoia personal y se aplaude la putrefacción de los valores como distintivo de libertad y ecuanimidad van cayendo los pequeños personajes que, como siempre desde que el mundo es tal, pagan generosamente la cuenta con sangre, con la vida, con desesperanza. Y entre oropeles los dirigentes de esta maravillosa democracia homologada nos recuerdan a cada paso lo extraordinario de su labor titánica en beneficio de la gente, y advierten con sus dedos enjoyados que de no ser por ellos esta tierra y estos campos serían eriales de desgracias sin fin. ¿No les parece que no hay mayor desgracia que la que hoy padecemos?¿Hemos de morir de enfermedad primero, y de hambre después? ¿Todos callan?.
Míralos limpios en la televisión, cómo hablan y cómo saben, porque ellos saben, ellos, que nada han creado que no estuviera ya creado, ellos, que reparten dividendos a costa de millones. Ellos, los farsantes ellos... Luego, en la noche que venga, nos reuniremos para intentar comprender de dónde vino la plaga y quién pudo frenarla, y en la noche con hambre, con dolor de hambre, con callada resignación evitaremos señalar en la dirección de los que no sufrieron, porque nosotros los toleramos allí en los tronos limpios y en las estancias limpias. Y diremos lo de siempre, que era inevitable, que se hizo lo posible y que las cosas pasan sin remedio y volveremos a dar el mando a los farsantes tan limpios y capaces.
Al final somos personas solas e indefensas que miramos sin ver, y al no comprender quizás pase de largo el dolor presentido, cercano, vivo. Mientras, nuestros gobernantes, tras ardua y extenuante lucha, nos van a anunciar al fin la gran noticia: han derrotado definitivamente al enemigo, ese que lleva 45 años muerto y está podrido como cualquier muerto añejo y polvoriento. Albricias, aleluya, regocijaos plebe con la buena nueva. Los muertos de ayer y los hambrientos de mañana serán atendidos, si no hay dificultades, dentro de medio siglo exacto.
Y es que es exactamente eso: el muerto al hoyo y el vivo al bollo, siendo en este caso el muerto cualquiera de nosotros y el vivo los individuos apellidados Sánchez, Iglesias, Montero, Lastra, Garzón, Calvo, Celaá y un largo etcétera... y Casado, Arrimadas y otro largo etcétera, cómplices necesarios. Tan limpios como nuestra mirada a la realidad y tan tontos como nuestros votos y aplausos.