Malo era el ayer cuando penábamos en los campos hostiles, en barros sin nombre, sin forma,
sin forma.
Malo el suelo y malo el mensaje altivo en el límite donde la pudredumbre se hace carne blanda
pero felices, activos a pesar de todo.
¡Que no somos nada! Tiempo quizás desdibujándose y perdiendo siempre, sufriendo
siempre.
Las pérdidas, las horas perdidas, las tardes de lluvia, las esperanzas fugaces que ceden sitio
a nuevas ausencias.
Así los años concedidos y las cartas mal jugadas o mal repartidas por una banca
cruel, caprichosa, indescifrable.
(Dichoso tú que pudiste mirar y participar de la tarta dulce y nueva, que fuiste bendecido en la mesa
perfilada en la gran tertulia, en la orilla limpia)
Mírame a mí en la sombra y en la pared esperando esperando esperando una luz que no me
retorne a la infinita soledad de los que nada fueron y apenas resistieron retos
con gigantes
con arrojo
con ninguna arma
pobres despojos
de sí mismos
de sí mismos.
Siempre encuentro un techo imposible y no crezco.
La luz es tuya.
La forma es tuya.
Tuya ayer y hoy y mañana.