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LOS GOBERNITAS


España es una monarquía parlamentaria, una democracia constitucional con sufragio universal. Hasta que llegó Sánchez. Ahora mismo España parece más bien una satrapía semipodrida con ribetes tóxicos, un escenario dominado por y para satisfacer los caprichos y necesidades de la élite izquierdosa de la zona. Esto, en román paladino, significa ni más ni menos que estamos dirigidos por una serie de trastornados incapaces de gestionar pero muy preparados para destrozar la sociedad. Una pandemia brutal cuyo significado práctico es la ruina de la mayoría para satisfacción de una élite trasnochada, ansiosa y desencajada. Los gobernitas.
Los gobernitas son el resultado de unir sociatas y podemitas con el apoyo expreso de separatistas y terroristas para mandar -que no gobernar- en un país a capricho, a golpe de ocurrencia y sin ningún tipo de rigor. Gustan de las formas autoritarias arcaicas y consideran que sus prioridades son ley, una ley completamente alejada del corpus legislativo establecido, marginado en un rincón en cuanto obtienen mando en plaza. Prioridades basadas en la muerte de los demás (aborto, eutanasia, terroristas sueltos), en proteger a personas que ya están protegidas por la ley y que por algún arcano pretenden hacernos creer que necesitan normas específicas para ellos (homosexuales, transexuales, polisexuales y otras faunas), legislar para cambiar el pasado y las mentes (Ley de Memoria Histórica, delitos de Odio) y perpetuarse en el poder todo lo posible, a costa de la ruina de la mayoría y a pesar de esto. Lo hacen todo mal, pero sus voceros mediáticos y propagandísticos insisten -con éxito increíble- en la maravillosa gestión de estos zoquetes. Y, lo más significativo de todo, no se rinden nunca a pesar de las cifras y las señales de catástrofes de cualquier índole, las cuales no les afectan ni les competen. Una mezcla de Sadam, Gadafi, Mengele y Goebbels en el mismo prisma, con Stalin sobrevolando inspirador. 
Igual que durante muchos años existía la certeza para cualquiera de nosotros de que había que ganarse la vida, con los gobernitas lo que tenemos que asumir es que tenemos que ganarnos la muerte, tanto si es por coronavirus como si es por miseria y hambre, porque conviene tener presente la mayor virtud de los gobernitas: se ocupan única y exclusivamente de sus obsesiones y la realidad les es ajena de una manera pavorosa, inconcebible, increíble. No les afecta ni les perturba, aunque en teoría debiera ser el objeto de su gobernanza.
Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana; los gobernitas dirigidos por el hermoso Pedro Gadafi Sánchez, retorcidos y felices seguidores de trastocar dichos con actos concretos e inequívocos de su catadura -para quien quiera verlos, claro- actúan justo en sentido contrario. Cuando Pedro cierra la puerta, Pablo tapia las ventanas y, no contentos con eso, Salvador instala el gas, Carmen abre la espita y Simón ayuda a rociar a los estúpidos incautos mientras el resto aplaude. Marlaska remata a los que queden vivos y aquí paz y después ruina, podríamos decir.
¿La pandemia? Créanme, es el menor de nuestros problemas. Les presento a los gobernitas, puestos ahí por el voto disperso e irracional de unos cuantos millones de españoles. El diablo les vota y ellos se juntan, no hay otra.
Seguimos para bingo...