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EL ARTE MODERNO Y SUS SOLUCIONES CAMP


Cuando se desató la tormenta hubiéramos necesitado un Adolfo Suárez y quizá habría bastado Felipe González para no destrozarlo todo. Pero estaba Pedro Sánchez. Ahora sería necesario un Churchill... y no habría seguridad de salvar los muebles.

En medio del temporal, en los meses de silencio y encierro nos hubiera gustado contar con Adenauer para salvaguardar la economía, pero el disponible era Pedro Sánchez, político camp for all seasons.

Y es cierto que la mayoría de países han respondido lamentablemente al reto, y eso es porque sencillamente no puede recordarse un periodo más indecente de servidores públicos al servicio de sí mismos y de sus intereses propios, y menos preparados para gestionar países. Hay para elegir allende nuestras fronteras y ni siquiera hace falta ahondar en los tradicionales países estrafalarios con dirigentes de broma; hablamos de países potentes: Francia, Italia, Gran Bretaña, EEUU han sido torpes e ineficaces, cosa esperada en tracas como Rusia, Cuba, Venezuela y demás parodias de país, pero no en los primeros espadas.

Y nadie ha mirado a China por esto.

Y nadie ha mirado a Alemania por lo otro.

Y nadie ha pedido explicaciones ni ha dado soluciones que no procedan de garabatos rupestres o de Juegos Reunidos Geyper, nadie. Se ha obedecido a la orden del gran timonel sin rechistar demasiado, sin oposición, como un solo hombre. A ver en qué situación nos deja esto con la libertad arrancada de cuajo por el bien de todos.

Hubiéramos necesitado un Churchill, un Adenauer, un hombre (o mujer, no se enfaden) de estado con mayúsculas, pero en éste nuestro país tenemos para dirigir el timón a Sánchez y asociados que, como todo el mundo sabe, es la combinación ideal para combatir una crisis de emergencia nacional y salir de ella completamente arrasados, hundidos, tercermundistas y escuálidos sin posibilidad de enmienda, tan eficaces son en lo suyo. Necesitábamos un Rembrandt y tenemos (más caro) el garabato que preside estas palabras. El negocio del siglo que nos corona (nos imperializa incluso con etiqueta premium) como eccehomos perpetuos con denominación de origen certificada. Una restauración de la España genuina.

El pelotazo del siglo para ellos, claro. Los ciudadanos, la gente de a pie, se queda a limpiar los restos de la batalla y el festín posterior, mientras la orquesta del Titanic interpreta hermosas melodías financiadas con fondos de la UE.

Lo de siempre, vamos. Eso lo sabe cualquiera que sepa sumar.

¿Sabe usted sumar?