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DE PISOS COLMENA, PRECARIEDADES Y MEDIOS CALVINISTAS


Andan excitados los telediarios, los medios en general, con la nueva idea de los creadores de los pisos colmena, esos habitáculos diminutos concebidos para el vivir precario; ahora se trata de los coches colmena, que es el mismo concepto en distinto envoltorio. Naturalmente la indignación es general y el promotor es universalmente tachado de miserable como poco, y de ahí para arriba. A saber qué dicen la redes de todo esto. Por lo visto una persona puede hacerse con la infravivienda por 160 euros al mes en su versión más económica con derecho a zonas comunes, como un camping pero no.

Pero si uno lo piensa bien no deja de darse cuenta de que, con todas sus imperfecciones el concepto es bastante acertado; en primer lugar porque sencillamente casa perfectamente con el ingreso mínimo vital entoligado por ese genio llamado Pablo Iglesias, que precisa ideas para mantener su mansión y sus cosas grandes antes de la revolución. Si te dan 400 piastras y te gastas en cobijarte 160 puedes vivir con el resto sin adelgazar demasiado, puedes incluso engordar y bloquear tus arterias como un rico cualquiera, y eso es algo dignificante porque te equipara de alguna forma con Pablo, que tiene para asar una vaca y para obstruir sus arterias y las de los vecinos que le molestan. El caso es que harían bien ciertas autoridades en tomar en consideración el hallazgo, y debidamente racionalizado ponerse manos a la obra con este concepto. Naturalmente no lo harán, no vaya a ser que ciertas comisiones se pierdan en la revolución, pero no parece una tontería crear edificios únicamente concebidos con la simplicidad de dar cobijo y cierta intimidad a los desfavorecidos en vez de promover la corrupción de los pisos de protección oficial, ese sumidero de dinero público que todos sabemos en manos de quién acaban en su mayoría (queridos sindicatos, queridas tribus progresistas), y que al poco de habitarse se tiñen de cutrez y de degradación, de inevitable deterioro estético y funcional. ¿No sería más sencillo crear edificios públicos bien construídos, con un buen montón de habitaciones pequeñas y racionales de 4 o 5 metros cuadrados para cada persona que necesite una ayuda habitacional? Se trata de cubrir las necesidades básicas a gente que lo necesita, una pequeña habitación con baño y ventana que de luz y ventilación se antoja muy conveniente si está bien hecha. Si es una familia un pequeño apartamento, lo justo para vivir con dignidad. Y sí, yo lo aceptaría si tuviera la necesidad; es más lo prefiero a un piso oscuro, mal hecho y lleno de humedades que se cae a trozos al poco tiempo. Una persona, una familia en problemas podría sin duda sonreír con una solución así, bien diseñada y bien construida. y naturalmente con personal al cuidado del buen uso y conservación de los edificios, aprovechar funcionarios acostumbrados a tocarse las narices a dos manos, que tenemos a patadas. ¿Dignidad? La dignidad se mide en el confort que puedas proporcionar, no en metros cuadrados de mediocridad. Así que ojo con la idea, que es buena. Ni se lo plantean.

Respecto a los medios su reacción adversa me hace pensar si la profesión realmente tiene solución o es un trasto inútil. En vez de ofrecer un análisis sosegado de la cuestión los robotizados presentadores televisivos, afectados quizá por el movimiento espásmodico de brazos y manos mientras informan (debe haber un libro de instrucciones para desencajar los huesos mientras locutan) archivan la noticia en la sección desalmados se aprovechan de la precariedad  y de ahí no los saca ni Moisés el de las aguas. Deberían entender que la precariedad hay que resolverla pero no disimularla, que es el sistema preferido de nuestros tiempos; ya sabemos que las grandes cifras ("vamos a destinar tropecientos millones a combatir la exclusión") ilusionantes sin duda nunca llegan ("tantos millones y ninguno para mí") ni llegarán. En fin. Y eso me lleva a otra cuestión: cuando estudié Periodismo hace siglos me hicieron saber que, más o menos, empezó a desarrollarse en los siglos XVII o XVIII, pero no si era consecuencia directa del afianzamiento del calvinismo porque parece eso, un invento calvinista lleno de prejuicios y valores increíblemente cerrado y artrítico. Se erigen en censores y regidores en la sombra y como en la canción, su palabra es la ley; esto es más evidente en televisión donde reparten a diestro y siniestro en función de sus criterios calvinistas lo que está bien y lo que no, y sólo les falta esos hábitos religiosos para impartir doctrina. He visto una entrevista al inventor de las colmenas de marras y menos tirarle huevos le han dicho de todo, con tono condescendiente y claramente reprobatorio, pero nunca encuentro disculpas a los millones que sus empresas audiovisuales reciben del estado para seguir rentables, y eso es moral calvinista adaptada a la hipocresía personal. Nunca piden perdón, saben que la gente olvida y pueden destrozar a cualquiera sin consecuencias. 

Y eso me conduce incomprensiblemente al tercer asunto del día: el periodismo deportivo como núcleo y ejemplo mollar del calvinismo hipócrita y falsario de los medios. Como para todo puede haber argumentos convincentes se las arreglan para crear bolas autocomplacientes que al ser rascadas alumbran lo que podríamos denominar estupidez sin sonrojarnos. Veamos algunos ejemplos totalmente partidistas por mi parte.

Este verano el Madrid se libró por fin de Gareth Bale, extraordinario futbolista que llevaba dos años en modo pitorreo y cuyo sueldo diríase que pagaban a escote la distintas redacciones del país y no el club. Bale se ha marchado a Tottenham donde si juega bien y como sabe dirán que ha robado al Madrid, pero a la vez si juega como suele últimamente dirán que habían avisado de lo hinchado de sus emolumentos ante un bulto sospechoso como ése. Calvinismo.

Sergio Ramos está en trance de renovar por el club, pero como resulta que tiene edad para ser su abuelo el Madrid no parece convencido de darle muchos años y mucho dinero por un rendimiento cuando menos dudoso; para los medios se lo merece (como si no hubiera cobrado todos estos años) y exigen su renovación al precio que sea, pero si sus prestaciones bajan no dudarán en criticar la renovación millonaria. Calvinismo.

Isco Alarcón lleva también dos años desaparecido de su profesión, pero dejando al margen su evidente intrascendencia los medios han encontrado en su novia la influencia nefasta en el declive. Si por milagro e intervención divina el muchacho vuelve por donde solía, y da la casualidad de que la novia ha desaparecido de su vida, dirán que tenían razón, así al unísono. Con lo cual nos queda la sensación caliente de que la comida que se lleva a la boca el jugador es la responsable del problema y no lo evidente que nadie ha dicho: la falta pavorosa de profesionalidad y motivación excepto a la hora de cobrar. Calvinismo disfrazado de moralina.

Resumiendo y acotando. El periodismo moderno, especialmente el televisivo, ha optado por tratar las noticias no como tales, objeto de información para atolondrados y demás, sino que parte de la noticia para fiscalizar desde una óptica calvinista y acusadora el meollo de su objetivo real: encontrar y desarrollar los pecados del protagonista de la noticia y masacrar al susodicho por su miseria moral y culpabilidad manifiesta. QED.  

En fin, me ha salido un galimatías. Como estoy escribiendo no puedo enfatizar mi perorata con espasmos de cuello, brazos y dedos. Y, claro, el discurso sale como sale, pero como es mío te fastidias, calvinista.