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EL CRETINO PRIMORDIAL



El cretino primordial, reunido con sus anacoretas imprevisibles, ha decidido dotar a sus lacayos barra subordinados con una ración transversal de soluciones antipandemia. En primer lugar, medida eficacísima y original, ha dictado cátedra en una flamante ley educativa que excluye (faltaría más) cualquier tipo de educación en sus contenidos; la confusión es sabido que genera sinergias curativas.

No satisfechos con la urgente solución los anacoretas perpetuamente surrealistas han hollado tierras incógnitas y ya tienen un plan maestro para vacunar con una vacuna que de momento no está a un país que, a este ritmo de mortandad y empobrecimiento, pronto carecerá de habitantes excepto los inmigrantes sin brújula que parecen decididos a conquistar las islas Canarias a la manera vikinga. Naturalmente cuando aparezca la vacuna habrá que almacenarla pensando en poblaciones futuras que estén vivas. También lo han pensado con los pies como es su costumbre.

Finalmente, el cretino y sus anacoretas, exhaustos de proporcionar soluciones para problemas remotos, han quedado para otros asuntos menores pero no olvidados, entre los que destaca la eliminación de la antigua democracia por la nueva democracia, que es lo mismo pero sin necesidad de disimular las pocas ganas que tienen de debatir otra cosa que no sea ellos mismos y sus cositas.

El cretino primordial nos cuida casi sin despeinarse arreglando lo inimaginable en reuniones que abordan y solucionan necesidades inexplicables en un país, el nuestro, que quizá, y sólo quizá, requeriría algún cerebro amueblado e instalado en el raciocinio elemental para atenuar sus dolencias. En su lugar está un mono trastornado que juega a conocer el mundo que le rodea y soluciona las enfermedades aleatoriamente, bebiendo pan cuando se tiene sed y comprando tornillos cuando se necesita lejía.

En suma, un cretino primordial.