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AMOR AMOR




Anda la dulce doncella gobernita escuchando las voces angustiadas de sus ciudadanos, atenta y solícita a responder como ella sabe, rápida y letal, a cada una de las demandas que cada uno de nosotros exigimos para poder conciliar el sueño por las noches. ¿Quién puede negar que la necesidad existe? La fauna multisexual poniendo y quitando penes y vaginas, los alumnos expuestos a la posibilidad pavorosa de tener que aprender algo en sus años mozos, las mujeres asesinadas y las mujeres que anhelan asesinar a sus pequeños y demás parafernalia, sin la cual una democracia no puede ser homologada por los excelsos sátrapas marxistas que en el mundo han sido. La bella y la bestia (elija usted) derrochando amor sacan la ley definitiva hasta que mañana se necesite otra, siempre atendiendo al bien común, sin más razón objetiva que la innegable necesidad vital de una sociedad maravillada e hipnotizada con las consignas brutales de su doncella virtuosa.

Y el corral de las personas decentes se revuelve, claro. Durante unos días habrá ruido de sables entre aquellos que, dedicados en la vida a vivir sin romper cráneos y deseosos de pisar aceras tranquilas se asombran con las miserias ilegales y claramente quebradoras de la convivencia de la doncella buena. Y después se olvidará y la ley descansará en los estantes ridículos del capricho demoníaco de los hombres, esos estúpidos. Lo importante es nublar la conciencia, de eso se trata. Por eso las leyes realmente abyectas hijas de la bajeza moral y de la tibieza cívica van saliendo estos días, que son los días de la muerte y la pandemia y no es suficiente, hay que matar más y mejor.

La doncella gobernita, plena de amor y comprensión, hace lo que sabe y lo hace muy bien. Todo el mundo sabía y lloraba que los embarazos no deseados hubieran llenado el mundo de enfermos, tullidos, degenerados y gente de seis piernas. Todo el mundo sabía que los drogadictos necesitaban no desengancharse sino unos lugares donde su adicción fuera segura. Todo el mundo sabe que los transexuales son vitales para la sociedad y nuestra obligación era y es cambiarles el sexo aparente tantas veces como sea necesario. Todo el mundo sabe y exige.

Por lo tanto, mientras naderías como el desplome de la economía y la mortandad de una sola enfermedad se irán arreglando por sí mismas sin intervención, la bella y la bestia (elija de una vez) se preparan a atender y solucionar las demandas del planeta entero. Imposible volverse normal en una coalición cuyo fondo moral es la muerte y sus posibilidades: terroristas, separatistas, comunistas y socialistas caminan con paso firme al fin último de sus programas. Tienen la coherencia del trastornado y el delirio lujurioso del mal absoluto y así viven, buscando argumentaciones banales para bendecir actos largamente repudiados en casi todas las civilizaciones merecedoras de tal nombre.

La dulce doncella gobernita, amorosa asesina y amiga de la parca, irá legalizando la droga (pago a sus contactos narcos) porque es precisa la seguridad del yonqui, regularizará la pederastia para así proteger a los pequeñuelos sin perjuicio de permitir legítimas opciones sexuales (pago a algunos de sus insignes correligionarios) hará vista gorda y blindará el derecho al asesinato regulado y tipificado (pago a los amigos de Arnaldo), permitirá la violación bajo condiciones higiénicas saludables, la coprofagia, el bestialismo, las matanzas a enemigos, la quema de iglesias y conventos, la lapidación, el sexo entre hermanos, las películas extremas y cualquier cosa necesaria para una sociedad libre de prejuicios y homologable al infierno democrático que nos espera. Al final del camino los gobernitas alcanzarán la cima que no es otra que la ley definitiva, la cual regulará por el bien de todos y respondiendo a la demanda social, la lobotomización colectiva a discrección de la autoridad competente, el internamiento en campos masivos de trabajo y la negación de la condición humana a cualquiera que discrepe o  niegue la inmensa labor amorosa y protectora de las fuerzas homologadas progresistas, únicas garantes de la paz. Se trata de regular y dar voz a todas estas cuestiones, además de reparar el agravio histórico que suponía su persecución. Trabajo tienen desde luego.

Póngase la doncella el perfume embriagador y manos a la obra, que todos esperamos felices el futuro de la nueva libertad. Y ¿Qué se pone el gobernita? pues Amor Amor de Cacharel, no hay otra posibilidad. El del frasco rojo no falla, sobre todo si se trata de liberar sangre después de un conferencia que podríamos llamar Wannsee II, por no romper el hilo de la historia.

Todo por la vida y el bienestar, no se olvide.