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LAS SOCIEDADES INDÍGENAS

 

El hombre abandonó la soledad y aceptó la tribu. La tribu se constituyó en sociedad de tal modo que el individuo acató las normas de la tribu para permanecer en la sociedad, incluso a costa de sus convicciones personales. Renunció al yo y se refugió en la plácida corriente del nosotros. Las señas de identidad no se discutían y el temor a ser rechazado obligaba a respetar lo que fuera. Hubo, pues, canibalismo y otras costumbres violentas e injustas, rechazables por la conciencia personal y no por ello derogadas. Se jugaba en ese espacio organizativo, por mucho rechazo íntimo de cada uno de los miembros de la tribu. Si alguno mostraba su herética negativa a servir a la comunidad el resultado era sin remedio la muerte. La tribu era y es injusta y plana desde el principio del hombre, era y es violenta, pero no por eso ha desaparecido el aliento de cada uno de nosotros de soñar otra vida, otras normas. El indígena se arrodilla pero la persona no.
¿Qué somos ahora los ciudadanos sino miembros de la tribu, esclavos de ella, siempre aplastados por los jefes del poblado? Míranos ufanos yendo y viniendo por pasillos precisos indicados, señalizados en la dirección única de un poder que nos domina y al que no podemos reclamar ni apelar, un poder que con los siglos aprendió a mutar sus formas para perpetuarse en el mando. Inútil es resistirse apelando a la conciencia personal, imposible vivir en sociedad acorde a nuestros ideales individuales. El hombre actual, como en los tiempos primeros, está sometido a la sociedad que no concede libertad de criterio si no le conviene, y la única diferencia respecto a nuestros antiguos es que el castigo por salir del pasillo no es necesariamente violento (que también), sino sutiles formas de destrucción del albedrío y del pensamiento individual.
El hombre que se viste hoy por la mañana tiene la misma piedra en la cabeza que hace siglos aunque no la quiera. Hubo momentos en que quizá pudieron cambiar la normas reales de convivencia de primitivas a civilizadas, pero al final lo que queda es la vuelta de los chamanes y las normas viejas siempre violentas, siempre caníbales, permanecen enroscadas en los libros y normas de justicia. Allí seguirán.
Hasta el día en que el indígena se torne persona y las personas respeten a las personas y no a la tribu.
Hasta el día en que la tribu respete a las personas y no las esclavice a través de la violencia y las normas que nadie cree.