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EN UNA BARCA INSIGNIFICANTE

 


Pude haber escrito historias o novelas y ensayos dignos de ser leídos, pude escribir hasta el asombro frases memorables y giros sorprendentes sobre el blanco inmaculado; crear imágenes, estimular tu pensamiento: eso pude hacerlo.

Pude también, qué se yo, levantar al público en las gradas gracias a mis goles en partidos intensos y en las noches importantes, pude ser futbolista, o al menos intentarlo. Pude ser pintor, o aventurero, pude desarrollar una profesión determinada y seguir ese camino de perfección que dan los años, todo pude haberlo intentado: ser músico o agricultor o periodista o político. Pude ser un hombre con desarrollo.

Ferroviario, soldado, vendedor, banquero, director de cine, crítico de cine, tenista, político... quien sabe.. pude ser algo definido. Ay, mientras la tierra orbitaba alrededor del sol yo orbitaba alrededor de la indefinición y la indolencia; porque yo, sábetelo, pude ser muchas cosas y no hubo caso y nada hice excepto ver pasar los años iguales como imagen de espejo, iguales y vacíos, y sí, hubo cosas que no justifican una vida ni provocan aplausos. Cosas que ocurrieron porque sí.

Nada hice pero sé que yo pude ser escritor o deportista y pude arrancar a mi mente y a mi cuerpo cosas grandes como la vida, dulces como el trabajo bien terminado.

Es esta tierra y estas gentes. Estas calles, este país, esta desidia asoladora, pereza mortal de saberse mediocre, perezoso, temeroso, pequeño. Es este tiempo y esta ciudad, pero pude haber viajado de saber a donde debía ir...

Sí, pude ser un buen escritor, y eso me hubiera bastado a mí para presentarme al Señor con algo decente hecho en mis horas. ¿Tienes tú horas fértiles?

Y ¡qué hermosa es la vida cuando nos sonríe!