Ir al contenido principal

BUSCANDO AGUJAS




"Lo que pasa es que vivimos aquí" (Centauros del desierto)

Si uno se fija bien (y si no, también), el fascismo y el nazismo como ideologías capaces de dominar sociedades y territorios no existen hace decenios, son insignificantes en términos absolutos. Pero hete aquí que comunistas y socialistas y demás morrallas humanoides tienen un filón agitando alertas antifascistas arriba y abajo para entretener al personal que está ayuno de enemigos y necesita algo a qué aferrarse. Si uno, además de fijarse bien, piensa un poco lo que esta gente entiende por fascista, llegará a la conclusión de que fascistas son todos los que no son de izquierda, ni nacionalistas, ni separatistas, ni terroristas de distinto pelaje, sino cualquier persona normal y corriente que no se dedica a parasitar el medio en que se desenvuelve: ése es el fascista para los alertadores del peligro.
Un fascista como tal es casi imposible detectarlo, es tan raro como encontrarse en la Gran Vía un punkarra que tanto abundaban en los 70 y que hoy día son, dijéramos, los dodós de la fauna urbana. 
Lo que tenemos delante de nuestras narices son, ni más ni menos, submarinos humanos que lanzan señuelos a diestro y siniestro para poder pasar desapercibidos y conquistar, digámoslo así, la bahía de Tokio, siendo tal bahía el fabuloso mundo de los tesoros públicos. Estos calamares pletóricos de tinta intentan convencer al incauto de que el tiburón extinguido tiempo atrás es el depredador principal cuando en realidad son ellos, acercándose cada vez más a la presa ingenua cual ameba, los que van a devorarla en menos de un segundo si tienen ocasión. Simple, sí, pero funciona: Darwin tenía razón.
Y pasamos los días como tontos buscando fascistas a los que afear su conducta en los pajares virtuales mientras submarinos, calamares, asesores, primos, hermanos, amantes filósofos, cantantes, actores y hasta el Orfeón Donostiarra en pleno pasan disimuladamente a nuestro lado camino de los caladeros monetarios que, en nuestra búsqueda atormentada, hemos dejado sin vigilancia. Puede ser que se nos cuele también un punki o dos pero seguro que en ese desfile no hay fascistas, pobres.
Porque como las meigas, puede haberlos, pero nadie ha visto uno de verdad en años. Y no me refiero a Abascal sino a uno de verdad. El día que salga a por pan se va a llevar una buena.
Pero comunistas y socialistas los hay a patadas, y eso no es bueno para nadie, excepto para ellos. Y encima nos llenan de tinta que no se va. No se va nunca.