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SOBRE ANORMALES



¡Han cantado línea!
La cordura nos enseña que si uno habla como un anormal, tiene aspecto de anormal y se comporta como un anormal estándar, entonces nos encontramos ante un anormal.
Si este anormal -llamémoslo, por decir algo al azar, Risitas- ocupa un puesto en el escalafón 600 peldaños sociales más elevado del que corresponde, entonces hay una anormalidad en la sociedad; si ocupa el sillón de vicepresidente y encima no es capaz siquiera de arreglarse los dientes para disimular su aspecto de jardinero okupa la anormalidad pasa a ser de Estado. Añádase un festival de tonterías saliendo por la pútrida boca sin consecuencias reales en forma de patada a la estratosfera, y la anormalidad es definitivamente democrática. Por tanto, incluso cuando no se equivoca es persona altamente disfuncional, un error imposible de disimular incluso en un gobierno que parece el casting de Los Autos Locos, esos maravillosos dibujos animados de Hanna-Barbera, presidido, cómo no, por Penélope Glamour. El perro Risitas es un pequeño ejemplo del desgaste que nuestro país ha sufrido entre tanto oportunista sin escrúpulos. Sí, estamos ante una anormalidad democrática, muy anormal y muy poco democrática, donde ayer murieron más de 500 personas;  el virus ha sido derrotado por el cualificado gobierno de España, pero debe ser que no se entera aunque lo digan a coro los miembros premium de los autos locos gubernamentales.
Seguimos para bingo, una y otra vez. Qué bucle más persistente.