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LAS PARADOJAS DEL DOMINGO


 Resulta que un hombre pequeño lleva un país gigante y nadie se sorprende. Es así desde hace tiempo. Qué paradoja estar a merced de una situación trágica (si no grotesca) cuando es difícil de por sí sacar la cabeza en la esfera cotidiana. El hundimiento resignado, cualquier cosa vale con tal de no perder la esperanza. 
Hoy he visto a un hombre gigantesco paseando a un perrito minúsculo. Es un mundo chocante, sin reglas.
De esto sí me he sorprendido, seguramente porque tiene su lógica, y no está enturbiado por las ideologías que convierten la vida en un juego viciado, incapaz de salirse de las reglas sentimentales de ideas prestadas sin tener claro cuáles son las ideas y cómo nos afectan al llevarlas a lo cotidiano.
Si no me crees, mira los resultados de las elecciones de hoy y comprobarás que no hay paradojas posibles en el afán humano de la gestión pública. Mira lo que han hecho tus representantes mira lo que han hecho las gentes que deben decidir por todos.
Somos cadáveres en busca de descanso, polvo del sendero eterno.
Y el perro, como nosotros, asume la situación como inevitable. Un hombre gigante arrastrando una existencia diminuta, por el camino de cada día. Otro domingo perdido.