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LA ESPESURA

 
Sigo el camino que duele a veces. Tu voz, tus manos en mi brazo. Frente a mí las casas de colores claros, en primer término, blancas y pálidas de amarillo. Más arriba las casas con techos negros, de pizarra, casonas amplias y generosas, deben ser felices en ellas. Yo las miro con hambre. Los cables eléctricos rompen el paisaje: parecen líneas de fuga quebrando cierta armonía limitando el reino de los hombres. Pero si miras más arriba siguen las casas escalando la montaña, de madera, de piedra hacia arriba dominando la vista. Arboles de distintos espesores y texturas cierran los huecos del paisaje.
Luego la piedra se impone poderosa y reina junto a la maleza. Hecha de piedras rotas, como puestas allí por un gigante obsesivo la montaña se yergue sobre todo y lo domina. Al final de la mirada está el cielo infinito y azulado. 
Yo contemplo todo esto con ojos absorbentes, famélicos, y me hace recordar hechos del pasado y palabras y sensaciones que poco o nada tienen que ver instante. Mi cerebro apuesta por la percepción subjetiva del momento y del estado. Y sigo el camino que ignoro donde me lleva, esperando (no sé) un recuerdo alegre o una caricia, un gesto confortable del ayer para aliviar el hoy y el mañana (quizás). Voy en busca de certezas entre los humos de mi pensamiento. Te lo daría todo.
Pues yo que amo los acordes que apelan a la emoción no desprecio lo que la mirada me ofrece y limpio mis pequeñas heridas con la contundencia del mundo y su poder indescifrable. Nada es comparable a la majestuosidad de los paisajes del mundo. Se impone a nosotros, tan pequeños y banales, un segundo en la historia de la tierra. Oigo, sí las notas limpias y los acordes que me dicen que el camino hoy no ha terminado. Debo escuchar la dulce melodía que me ofrece el día y refrescar mis pensamientos encapsulados, viciados, intrascendentes, derretidos. Tus manos y tu voz me persiguen. Veo gigantes, mi corazón viaja en muchas direcciones importantes donde mi gente duerme y se afana cada día, y quiero su bien.
Vivir...¡Vivir!