Ir al contenido principal

ALFORJAS IRRELEVANTES

¿Sabes? Tengo más percepción del sol de mi infancia y juventud que el de hoy. Así es mi mente. Aquella luz promesa dulce para el pequeño yo que barruntaba ilusiones en el universo de una habitación amiga. Horas vibrantes en la exploración. Tengo grabado a fuego las caricias de gentes que ya no están y ciertas palabras de los que partieron, y diríase que se desarrollaron apenas hace un rato, tan terca es mi memoria, tan caprichosa. Yo sentado y pasivo recibiendo seguridad y un cariño generoso, inmerecido. Cómo lo agradezco ahora.
Pues no es perenne, es un efímero espejismo del desierto emocional. Al igual que las estaciones el tiempo selecciona y almacena pequeños fragmentos importantes para cada uno, y lo incrusta en los pabellones para que sepas qué es el dolor, la pérdida, el instante pequeño. De la misma manera que mueren los seres vivos, la morralla de las horas se abandona en el camino, y cada persona retiene su propia y preciosa carpeta, también de desaires furtivos. Y yo, que camino solo y no puedo ser otro, regreso hambriento a los instantes y puedo disfrutarlos: ése es mi privilegio. Pero a cambio deambulo marginal desconociendo casi todo sobre los demás: ésa es mi tortura, el ver con otra mirada las normas de la vida. ¿Dónde queda mi cerebro reptiliano y qué uso tiene en mí? Cargo alforjas intrascendentes y rehúso las primordiales como un tonto, como un tonto supremo.
Por eso ando perdido en un laberinto infinito absorto en mi extraña individualidad, y por eso este tiempo me confunde y neutraliza con sus momentos imposibles. Veo una explosión de tristeza y desarraigo que nadie más parece percibir, y sufro sin remedio ni esperanza. Soy minúsculo, soy un fraude entre la multitud.  
Quise entonces vivir al modo convencional y he fracasado, porque me dan igual las claves y resortes que regulan nuestro tiempo, y siempre tiendo al desvarío. Todos mis intentos de crear una vida estándar chocan y se desmoronan cuando me enrosco y recuerdo esos pequeños momentos almacenados en mi cabeza. Sé bien que me perjudican y los busco inquieto cada vez que tengo ocasión, porque odio todo no que no sea el individualismo frenético y estéril que lleve a mi piel a erizarse con las estelas del pasado. 
¿Sabes? No hace falta que me muestres el camino aunque sea con buena intención. Por desgracia yo camino solo y no puedo evitarlo. Soy uno.
Estoy perdido sin mi memoria. Soy un fósil: no te acerques. No me inscribas en el censo. 
Mis propios ojos se niegan a considerar lo que están viendo. Mi pensamiento está quebrado y persigo fantasmas.