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BATALLAS NO LINEALES

Percibo la gran noche del alma cabalgando sobre la oscuridad, en su espesura inquieta, reinando sobre las sombras que fueron brillantes y diurnas, casi sinceras. Oigo los pasos y los fulgores en la distancia, susurros que son gritos salvajes. Hay rumores de guerra y en las estancias se confunden destinos y se compran voluntades frágiles; un motor equivocado. Lento declive, larga caída, grieta salvaje. Una pena efímera dulcifica la espera, hay figuras en barbecho conversando casi clandestinos en los muros, frotándose las manos, dibujando aires estancos, transparentes palabras.
Los hombres saben, los hombres saben.
Intuyo gentes a caballo en la llanura limpia, allí donde pasan las cosas y la corriente fluye en la gran encrucijada, cerca de los farallones inmemoriales. Sentado en el rincón, yo abrazo mi encogida silueta, borro mis huellas. Sé que hablan mesándose eléctricamente los cabellos; con expresión severa rompen las urnas, crean ensueños, bordean la cordura, repiten mensajes y beben en círculos. 
Ya pasaron... los imagino llegando al mar y detenerse confusos.
-¿Qué hay más allá?
-El paraíso, el paraíso...
Lanzan hurras, se abrazan a sí mismos, uno a uno, conscientes y volubles como fantasmas. Se adentran valientes en las aguas y se difuminan en el perfil azulado del cielo y el líquido. Nos quedamos solos, sin peregrinos, sin voces autorizadas. La vida, pues, es una enmienda a la totalidad, y esto será debatido pronto en la sesión extraordinaria, en la estancia social, en los salones decadentes. Noto las miradas posadas en los disidentes y busco el rincón olvidado: allí imagino glorias inciertas. Son los ojos de los fuertes.
Y entonces los grandes artistas, los verdaderos creadores, los valiosos, dudan de su obras y los necios no. Se abrazan a sí mismos en frenética locura y reciben altos honores del poder infundado. Medallas absurdas de cobre y latón, parabienes burdos y aplausos herrumbrosos.
Hay manantiales a los que no puedo acceder, y esto me duele. El hastío devora las horas perdidas.
-¿Qué habrá más allá?
-El paraíso sensorial, la gran ilusión, la opulencia madura, la dulce espera...
El mar se los traga pero no mueren porque los abismos son indescifrables y no quieren.
Ahora escucho la canción que no explica nada. Es hermosa y se oye pocas veces.
Una vez vi su rostro y estaba tranquilo, sin fisuras.