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AL DESPERTAR



Ritmo de respiración suave, reina el silencio. De la ventana abierta del verano entran furtivos destellos de luz tibia y buscan algo en la pared fría. Hay paz y lujuria del párpado caído. Todo está parado y expectante ante la inminencia del nuevo día, tan pequeño y espectral aún.
Un coche silba fuera en la calle, el reloj se prepara. Te mueves en espasmo dulce, la boca se abre tímida, un sonido casi callado. 
Quejidos felices empiezan a abundar y de las entrañas del edificio, fuera del propio hogar, empieza a despuntar la vida. Golpes, alguna tos, el ojo abre sus puertas. Dedos y manos tiemblan,... un roce. El reloj, el reloj. El cuadro oscuro revela su secreto. La hora presente reclama gobernar.
Leve brisa mueve la cortina, destellos de la luz fresca. Crece el rumor y la angustia de lo inevitable. Finalmente suena un pitido salvaje: es la hora, vuela la sábana y te elevas buscando el suelo. Tu sombra baila en el pasillo. Luz en las estancias.
Hay café y tiempo para celebrar un nuevo día. La magia se esfuma y se transforma en lo cotidiano.
No se puede volver atrás. La pupila se ajusta a la luz y los músculos entienden.
Pronto vendrá el bullicio; mientras, la mente se configura para ser el que eras ayer. Tus obligaciones te reclaman.
Todo se ha perdido.