Ir al contenido principal

UNA OBSTINACION



Tengo para mí la tristeza y miro con ojos sedientos las cosas que suceden y no me tocan. No tengo más. En los días inquietos afino el gesto y descanso; en los días tormentosos me cobijo bajo una techumbre menguante y tengo frío de sol, de verdadero sol. Una vez pasé horas soñando ser otro.
Comprendo los rumores de las conversaciones que no me tocan, quisiera estar ahí, hinchado parlanchín declamando lugares comunes de forma eficiente, complacida aunque siempre acabe en el rincón, es cierto, es cierto. Quisiera estar robotizado y formar parte de las estadísticas normales, las que indagan sobre los grupos sociales y sus interrelaciones, ser del grupo tal y cual: no puedo, adoro la tristeza nacida en la incomprensión y me abrazo a ella como un perro mojado y sucio suplicando constancia. Hace tiempo vi caminos reglados y firmes, tan blancos como la nieve; no los frecuenté por mi insólita capacidad para dañarme sin sangre; Errante así es como puedo ver las ruecas de los demás y me asombro dolorido de mi vanidad irracional (tejida sobre la nada mas espantosa) para quien quiera verla; yo la veo cruda, cruel, creciendo siempre, desparramada sobre suelos tan baratos... Cuando el día se caiga estaré cansado de observar la vida que viene y va; de penar en círculos microscópicos. Es cierto que la gran cuestión es vivir y morir sin conocer para qué se vive y porqué se muere: de dónde sale todo ese agua que fluye infinita con el tiempo y la decepción (de dónde es, de dónde viene).
Me sonríes, me miras, me sonríes. Me pareció sentir una caricia leve muy hermosa. O era la lluvia, no sé.
Es que no lo sé, de verdad..