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La bestia pía


Aunque el barco está encallado y el timón destrozado las gentes se aferran a las ficciones, a palabras susurradas, suenan tan bien. ¿Qué otra cosa nos queda a algunos, que estamos esperando fuera? Pues un sitio caliente en el barco, en cubierta por lo menos. Por eso nos negamos a aceptar que todo es cuestión de dinero, de monedas, y siempre ha sido así. En el fondo, en la forma: cuentos con los que dotar de sentido a la avaricia, palabras engarzadas con propósito camuflado, caballos de madera que ocultan al becerro de oro. Para ti es el caballo hueco y las leyendas.

Por eso hacen la estafa a la vista de todos, casi guiñando el ojo. Por eso combaten la prostitución contratando prostitutas o gestionando desde segunda línea saunas homosexuales, porque lo que cuenta es el tweet y no el hecho categórico, explosivo, deslumbrante en su pulcra sencillez. Somos nazis, somos fascistas, somos la escoria del comportamiento moral, somos los que debemos ser corregidos, nosotros que no nos vamos de putas ni de putos, nosotros que no contamos billetes en las sombras. Nosotros que llevamos el peso del sistema, cuando nos dejan. Nosotros, los que somos encerrados, vapuleados,, extorsionados, devorados al capricho de élites incontenibles, insaciables.

Por eso cuidan el planeta a base de aviones y más aviones y de interminables séquitos de coches oficiales mientras nosotros hemos de ducharnos con agua fría y esperar el gran apagón comprando víveres, comprando tonterías que de nada sirven. Papel higiénico, fuegos portátiles. Y ellos gobernando, dirigiendo a base de tweet. Pío, pío. Por eso defienden todas las opciones sexuales que imaginarte puedas, menos la natural al ser humano; todas las religiones, menos la mayoritaria. Y todas las violencias y las antiguas perversiones son bienes protegidos, ellos lo dicen: velan por nosotros.

Por eso no hay carne para el vulgo, ni aviones ni coches, ni electricidad, ni hablar del albedrío. No más libertad infértil, no más protección: sólo órdenes, ciertas órdenes, éstas órdenes. Sonríe. Y llegará el día en que todos haremos la voluntad de otros sin comprender el porqué, creyendo justo y bueno lo que es el mundo al revés, y todo porque ellos han encontrado la manera de fabular mejor que tú, y su voz entra en tu cabeza silbando y allí se queda convenciéndote. No más hombres, no más rebeldes. Tweets y más tweets. Mientras llega el día de los nuevos profetas tú, pequeño peón, siervo y esclavo tienes un trabajo que completar. Debes rendirte y aceptar que las víctimas son culpables y los culpables víctimas ¿comprendes? está en Twitter, allí lo tienes todo. Estúdialo y hazlo tuyo. Tu futuro. Si te niegas está la cancelación. Punto.

Mañana será el papel y los libros, o los bolígrafos, quizá las colonias y los desodorantes; pero siempre, siempre te apuntará a tí. El esquema consiste exactamente en restarte mientras ellos suman, la paradoja se completa y queda acotado el perímetro. Con tus recursos, tu sangre y tus horas. 

Y por eso ellos, que son como tú y yo aunque algo más podridos, se embolsan el dinero por si la cosa sale mal y viven como deben vivir las personas; lo mejor posible y con las comodidades que la civilización ha conquistado a través de la historia. Y disfrutan como perros hambrientos de sus contaminantes costumbres, pagan para fornicar a gusto, pagan con sus beneficios en el sistema piramidal y si quieres entrar -difícil- la oficina de empleo está en las sedes de los partidos políticos, la oficina óptima. De eso precisamente se trata y lo saben. Vivir bien a costa de incautos que no se revuelven ni se niegan a servirles, esos de piar cobarde. Farsantes han existido siempre; lo extraño es que dominen el escenario. Lo triste, más bien. Porque es un sistema que dinamita la elección moral de cada persona.

Por dinero, no te olvides. Sin dinero no existiría el sistema. Twitter lo sabe.


Gracias por leer,