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EL SOCIALISMO ESPAÑOL

 


Los resultados de las Elecciones han sido nítidos y muy elocuentes sobre las gravitaciones mentales de los españoles, y a mi modo de entender deberían marcar un antes y un después en los engranajes políticos que cualquier candidato avispado con ojos en la cara debería anotarse para futuros (si es que los hay) comicios y llamadas electorales.
En primer lugar, el PSOE ha triunfado una vez más y nadie lo vio venir. Todo el mundo sabía que juntando a todos los partidos histéricos de izquierda y separatistas provinciales volvería a gobernar Sánchez, pero contábamos con la esperanza de que los votantes socialistas tuvieran cierto espíritu crítico con la deriva de los últimos años y se negaran a dar su apoyo a semejante desmadre público. No ha sido así e incluso ha subido en escaños. Y suma para cuatro años más aunque haya quien piense que alguna formación lo haga imposible. No, van a seguir con Sánchez, que les proporciona influencia y ámbito de poder.
Pedro Sánchez ha puesto su parte, consiguiendo que sus votantes olviden los últimos cinco años y apelando a cierta épica sentimental que, increíblemente, ha funcionado. Obviando que pueda haberse producido cierta alteración irregular la realidad es que tiene fondo de armario para imponer sus estrategias. Esto, pésimo para nuestro país, es el resultado de desconocer el panorama por parte de quienes debieran advertirlo. Error garrafal.
Además, ahora sabemos que la famosa y tétrica Agenda 2030 no es una entelequia de élites políticas y está incrustada positivamente en buena parte de la población, una parte muy significativa: no es una utopía sino una posibilidad real. No es Pedro Sánchez el problema, es él y millones más, algo a tener en cuenta siempre. Si pusieran de líder a un émulo de Stalin, le votarían, porque sólo quieren ver al jefe de los socialistas en la cúspide. Buena jugada que demuestra que los dirigentes conocen a sus votantes.
¿Y el PP? pues el PP ha conseguido ser el tonto útil del socialcomunismo con su absurda y ya añeja táctica de disfrazarse de socialista suave para atraer voto, lo que siempre ha destrozado sus expectativas finales. Y el error total ha sido mostrarse plenamente dispuesto a pactar con este PSOE radicalizado, agresivo, corrupto a plena luz del día, criminal, desnortado y lamentable sin darse cuenta de que con esta táctica estúpida ha dado argumentos a los indecisos para votar a fin de cuentas al original y no al disfrazado. El PP, conscientemente o no, ha convertido a un monstruo en un gestor aceptable, sin más: nos ha dicho alto y claro que su ejecutoria es aceptable. En mi opinión, tan pequeña como quieras, esta estrategia engrandece al PSOE y condena a la desaparición, lenta o no, de este partido indefinido y líquido que no representa a nadie excepto a sí mismo y sus ansias de moqueta.
La vía triunfante era la de Isabel Díaz Ayuso, no el rajoyismo. Y a esta hora su conclusión, patética, es que los pactos con Vox les han perjudicado cuando es justo al revés. Su aceptación suicida de presentar a Vox como partido apestado y despreciable es lo que les ha hundido sin remedio y deberían corregirlo urgentemente. No lo harán. Y ahora la esperanza del votante práctico y deseoso de un Gobierno limpio y profesional pasa por Vox, precisamente, y su capacidad futura de moderación y mensaje tranquilo y sin estridencias. O, lo que es lo mismo, hay 30 diputados que buscan dar la vuelta al terrible panorama y convertirse en 176. Difícil. 
De todo esto queda un futuro Gobierno mucho más salvaje, ajeno a la legalidad y aferrado al socialismo español como estandarte de aventureros políticos de mil cataduras todas inmorales y dañinas; así que enhorabuena por los años venideros que, por desgracia, van a ser insoportables para aquellos de nosotros que deseamos sin más dirigentes eficaces que sepan ordenar y hacer prosperar las sociedades sin dejar de respetar la libertad individual y de pensamiento, que en realidad es lo que hay que preservar y cuidar.
Porque de esto hablamos, de nuestra libertad. Y ahora sabemos que hay millones de personas dispuestas a arrebatarnosla.
Están vivos y son fuertes: vamos a sufrir.