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LA COMPRENSIÓN DE LOS HECHOS

 





Empiezan las grandes, sesudas explicaciones para actos simples de condenar en su cruda obscenidad. Así empieza el humo y enfrían los corazones, con montañas de palabras que quieren enterrar la indignación y el dolor por vericuetos pretendidamente objetivos. Pero claro, está la muerte y el asesino y no hace falta mucho más para una persona sin otro anhelo que seguir su conciencia.

En el fondo, la simpleza de la maldad no requiere palabras para ser rechazada, aunque se empeñen los expertos en incontinencias verbales, cuando es suficiente con un insulto limpio, sincero, contundente. Y grueso, por supuesto: eso vale por millones de palabras académicas.