En este año de Nuestro Señor (sí, Nuestro Señor) España se pierde a sí misma. No importa: hace tiempo que dejó de ser un país para convertirse en un drama grotesco y crepuscular, espejo de perturbados sin límites.
Seguiremos andando pero no será igual; una lágrima por todo lo perdido.
Una lágrima, españoles.