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EL PASTOR BUENO

 


Echo de menos a Juan Pablo II, mucho. Nos dio agua para el espíritu, luz para el camino, esperanza frente a la confusión, alegría entre los lobos, ejemplo ante la enfermedad. Manantial infinito de mensaje nuevo, dulce, limpio, inspirador. Una vez, siendo niño yo, le miré y él me miró y bendijo: momento único, el mejor de mi pequeña vida. Un segundo brutal para mi espíritu.

Hombre eterno y bueno y un regalo de Dios a la humanidad de finales del siglo XX. El mejor Pastor de lo Absoluto y gran divulgador de la Doctrina Revelada, la de verdad que todos sabemos cuál es aunque queramos esquivarla.

Un tío enorme y magistral, para entendernos entre pecadores conscientes, que somos legión aunque no se diga mucho.

Un tío imponente. 

(Y, siendo torpe de redacción, este texto es el más sincero que he escrito, créeme).