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CORRUPCIÓN

 

La grosera, sencilla manera con que han reventado la sociedad clásica hace pensar en una decadencia prolongada, agudizada por la incontrolable degradación de las formas y costumbres ancestrales abandonadas por la modernidad. Pero la modernidad es efímera y en toda época existió el fenómeno con mayor o menor impacto sin consecuencias en la línea progresiva del avance social.

¿Qué hacer? Resistir como lo hicieron antes las víctimas de la Revolución francesa o la rusa, agazapadas durante las matanzas y esperando su momento para volver a florecer, volver a la vida. Igual que en la Revolución española, donde la sangre vertida casi arbitrariamente (y que ahora pretenden ocultar con mentiras grotescas) no fue suficiente para tumbar la voluntad de orden y certezas. Resistir además de detener la huída, plantarse en un "hasta aquí" para recuperar la marca; hacen falta personas valiosas y capaces de guiar un proceso de construcción hacia el orden evolucionado de la tradición, siquiera mínimamente relacionado y consecuencia de ella; otra cosa no es posible, el río fértil de la civilización está cerrado y debe volverse a acceder a él, con violencia si es necesario, porque la vida venidera debe transitar por ahí si queremos conservar algo de lo ganado durante siglos. El fin de los tiempos es el fin de la identidad nacional, de cualquier nación, y también es la caída del hombre civilizado y su inteligencia superior. Todas las que han sido forjadas con dolor, sangre y voluntad de prosperidad y justicia están casi derrotadas desde su propio corazón por políticos y líderes inmorales ajenos a su obligación, quizás comprados con dinero sucio de la trastienda oriental, quizá no. Encrucijada. Resistir. Eliminar a los demonios que nos afligen, sacarlos fuera, mostrarlos y borrarlos. Volver.

Lo que sí sabemos los que todavía recordamos es que ahora mismo vamos irremediablemente hacia la quebrada donde muchos perderán la vida empujados por la marea que, en cualquier momento, será incontenible y salvaje en su exigencia de vidas y esperanza. Lo sabemos porque lo hemos permitido todos y cada uno de los que aceptamos poco a poco verdades que sabemos falsas, infantiles, ridículas... y no hemos cortado de raíz siquiera por dignidad o vanidad.

Ahora Dios (sí, Dios) nos mira y espera, posiblemente para cerrar el Tiempo. Veremos, siempre parece que la extinción se acerca, pero tantas veces hemos vuelto que nadie sabe lo que ocurrirá mañana.

Y el Tiempo prolongue su cuenta como debe ser. O no.