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Mostrando entradas de noviembre, 2010

ESO DE VOLVER

Era hermoso entonces cuando era posible. Tenía la cadencia de los momentos perpetuos, los días y los años de entonces, la piel enriquecida, el cielo abierto, la luz, la luz. Crece pues la memoria y se arracima en pequeños abrazos, chispas que proceden de allí donde otros eran guías, y fuera la decisión de avanzar o romper. Porque se concibe la esperanza de un patio inmortal y la apatía del cielo encapotado, un destello de azul eléctrico y mal paso de jinetes fastasmales. ¿Era hermoso entonces? De las palabras mal dichas brotan lagunas esterilizadas, de los pasos que a poco se desvanecen, del verano analógico, hijos de pelea y potencia, hijos del saber. Luego ya se sabe: una cosa lleva a otra, el orfebre se equivoca y se forma un inmenso insulto que devora a sus hijos y repite costura. Las líneas pierden fuerza y no son claras, la mayoría de todo es diferente a lo que parecía entonces, y eso que ahora pienso que era hermoso vivir aquellos días de suave lentitud, de sol, de mirar y compr

LA CHARLA INFINITA

Bajo la escalera, no soporto el ascensor. Y aquí estoy: un tipo pequeño, insignificante, con cierta edad y cargado por años sobre este lugar llamado Madrid. Hace frío. Desde tiempo atrás, no demasiado, estos inviernos suaves me llegan al hueso y me quiebran, algo que antes no sucedía; pienso si esto es el inicio del declive y, en lógica, tengo años para que así sea. Ahora iré hasta la parada del autobús y el trabajo a las nueve. No sé si voy contento o triste: llevo quince años en la misma empresa y podría decir hasta dónde hay manchas en la pared y desde cuando, el momento exacto en que cambiaron este o aquel mobiliario y los hitos más importantes de los distintos años desde que presto mis servicios. Tengo incluso un pequeño recuento de chicas a recordar que han pasado por la oficina desde mi inicio de actividad. Seré sincero ya que el frío de esta mañana parece inspirar mi propio monólogo: Hace tiempo que dudo sobre el valor de mi aportación a la empresa o qué grado de responsabilida

UNA ORACIÓN INFAME

-A mi padre se lo llevó el cáncer. El cáncer... Repite la letanía el hombre sentado (todo hueso y pellejo) en la acera, piernas de muñeco en postura imposible. Mira el vacío, y de vez en cuando alza los ojos nublados como esperando los transeúntes adecuados, y mira sin sed de respuesta, mira y repite su frase con voz cansada mientras el día pasa y el vaso recibe monedas pequeñas como puñales. -El cáncer se llevó a mi padre, si señor, el cáncer fue responsable. Él se fue, se fue, se fue... mi padre... mi padre, ¿no le importa?¿no me atiende, señora? Les digo que fue cáncer, eso es... Hay gente bien, mal vestida, altos, bajos, jóvenes y no, pero nadie repara en el mendigo tirado en la acera, apenas apoyado en la pared del edificio. Menea la cabeza y es imposible que salga de su ensimismamiento, no parece preocuparle nada más, no bebe, no come, no sonríe, no fuma. A veces acaricia sus harapos mientras farfulla para sí. Y luego vuelta a empezar, con voz inteligible y tono audible: -Así suc