Percibo la gran noche del alma cabalgando sobre la oscuridad, en su espesura inquieta, reinando sobre las sombras que fueron brillantes y diurnas, casi sinceras. Oigo los pasos y los fulgores en la distancia, susurros que son gritos salvajes. Hay rumores de guerra y en las estancias se confunden destinos y se compran voluntades frágiles; un motor equivocado. Lento declive, larga caída, grieta salvaje. Una pena efímera dulcifica la espera, hay figuras en barbecho conversando casi clandestinos en los muros, frotándose las manos, dibujando aires estancos, transparentes palabras. Los hombres saben, los hombres saben. Intuyo gentes a caballo en la llanura limpia, allí donde pasan las cosas y la corriente fluye en la gran encrucijada, cerca de los farallones inmemoriales. Sentado en el rincón, yo abrazo mi encogida silueta, borro mis huellas. Sé que hablan mesándose eléctricamente los cabellos; con expresión severa rompen las urnas, crean ensueños, bordean la cordura, repiten mensajes y bebe
Bienvenido. Aquí encontraras apuntes, bocetos e impresiones de una mente atropellada, y son fruto del momento en que fueron expresados. No hay verdades esenciales excepto las del instante concreto: por eso las mantengo. No te enfades si te hieren o parecen injustas pues seguramente lo sean de alguna manera. Aquí se quedan como hijos frustrados. Intenta disfrutar, el objetivo es que algunas palabras y frases te entretengan. Entra.