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Mostrando entradas de octubre, 2021

La necesidad de los vientos ábregos

  Repasando distraídamente las noticias del día, costumbre personal desarrollada a raíz de la pandemia, acabo entrampado en un peculiar efecto que creo provocado por los medios hoy día: la conversión, a través de la lectura, de tranquilo buscador de la actualidad a indignado estructural el resto del día; porque todos y cada uno de los medios -televisivos, radio, escritos en papel escritos en internet, blogs, redes sociales y demás bombarderos mediáticos- insisten tercamente en guiar al receptor pasivo hacia una suerte de bomba ideológica temporizada, radical en su compromiso e intención dogmática, hacia la conversión que podríamos considerar de agentes sociales activos propagadores de verdades que les han sido inoculadas con suave intención y profunda convicción. Lo creo sinceramente. Me doy cuenta del ardid de trazo grueso (y qué no es así hoy día) pero, consciente o no, desfilo junto a mis camaradas porque cada día leo las noticias destinadas a mi sesgo ideológico, y salgo a repartir

LA TINTA DEL CALAMAR

  Hubo un tiempo no tan lejano en que a los políticos sorprendidos en faltas graves les caía, rápida e inexorablemente, el aliento de la ley o la horca de la opinión pública. Como correspondía a aquellos días (no tan lejanos en realidad), el infractor asumía con cierta naturalidad los hechos y no se justificaba más allá de excusas más o menos peregrinas, ocurrentes con la esperanza -quizá- de generar alguna duda que evitase el descrédito total y permitiese al reo rehacer con cierta dignidad su actividad cualesquiera que fuese, incluso desde la simpatía pícara. Algunas veces, sin embargo, se dio el caso de políticos utilizando recursos propios de delincuentes vulgares tales como "creía actuar de buena fe" o "no sabía que fuese de nadie" e incluso la clásica "me tendieron una trampa" que todos (juzgadores y juzgados) aceptaban como parte de una representación sin mayor trascendencia que la folclórica, pero que no entraban en la balanza. De súbito (o no) pare

NUESTRA VOZ

  Si hay una pregunta no respondida, es esta: ¿quién determina el gesto democrático, las personas o los grupos políticos? Si son las personas, ¿cómo hacen saber su voluntad?. Si son los grupos políticos, ¿en qué partidos o grupo de partidos reside la esencia exacta del concepto?. Uno, que contempla desde abajo el escenario, se debe asombrar del inmenso e inexacto mensaje emitido por los apoltronados gracias a sus votos y sus apoyos, y diríase que el juego (estúpido y vulgar en último término) consiste en seguir descalzos a sus favoritos, sin más ventajas que ver la manera en que crecen las personas objeto de devoción, y que lo mollar lo conforma una suerte de hooliganismo febril sin más trascendencia que la felicidad del elector con la opción que apoya. Y qué peligroso es esto, cuando todo se reduce a una serie barata que ponemos en la pantalla, cuando la vida que nos rige es, sin remedio y frontalmente, una historia ajena y no, como es de rigor, unos hechos que nos conciernen absoluta

UNA OBSTINACION

Tengo para mí la tristeza y miro con ojos sedientos las cosas que suceden y no me tocan. No tengo más. En los días inquietos afino el gesto y descanso; en los días tormentosos me cobijo bajo una techumbre menguante y tengo frío de sol, de verdadero sol. Una vez pasé horas soñando ser otro. Comprendo los rumores de las conversaciones que no me tocan, quisiera estar ahí, hinchado parlanchín declamando lugares comunes de forma eficiente, complacida aunque siempre acabe en el rincón, es cierto, es cierto. Quisiera estar robotizado y formar parte de las estadísticas normales, las que indagan sobre los grupos sociales y sus interrelaciones, ser del grupo tal y cual: no puedo, adoro la tristeza nacida en la incomprensión y me abrazo a ella como un perro mojado y sucio suplicando constancia. Hace tiempo vi caminos reglados y firmes, tan blancos como la nieve; no los frecuenté por mi insólita capacidad para dañarme sin sangre; Errante así es como puedo ver las ruecas de los demás y me asombro d

UN RUMOR

 Llega un rumor salvaje en la llanura sobre un caballo  desbocado. Viene solo en nombre de un dios en cólera. Hay polvo allí. Unas palabras brotan de pronto bajo la tierra entre la arena: "¿Cómo tú, cómo tú?" no respondo y miro el horizonte. Distante. No hay comida ni agua, no hay nada excepto esperanza y futuro. Viene un rumor triste y oscuro y yo lo espero en pie en la llanura (imagínate) entre cuatro paredes. Por eso tengo esperanza, porque en mi pereza reside mi fuerza.  Mi pereza, mi fuerza.