En tiempos no demasiado lejanos se respetaba la muerte. Había una suerte de firmeza honesta cuando una persona se iba y existía cierto aire triste y plomizo cuando nos tocaba de cerca. Naturalmente, esto sucedía en la parte de la sociedad correcta, que miserables ha habido siempre, pero en minoría. Durante un tiempo determinado que variaba en función de la cercanía del finado, la tristeza reinaba y la sombra nos acariciaba hasta completar el círculo del duelo y la pérdida. Los días pesaban y faltaba algo, existía el vacío de verdad y no era una palabra hueca. En tiempos gentiles. Y en esta estúpida sociedad en que nos hemos convertido, hecha de compartimentos mentales y físicos, el duelo es una cajita hipócrita que destapamos quizás unos minutos para aparentar, y que cerramos a voluntad para ir luego a cenar bien o a las redes sociales, esas alcahuetas rancias que nos gobiernan. Una parodia de existencia a base de labios apretados y posturas necias y lágrimas impostadas sin dolo
Bienvenido. Aquí encontraras apuntes, bocetos e impresiones de una mente atropellada, y son fruto del momento en que fueron expresados. No hay verdades esenciales excepto las del instante concreto: por eso las mantengo. No te enfades si te hieren o parecen injustas pues seguramente lo sean de alguna manera. Aquí se quedan como hijos frustrados. Intenta disfrutar, el objetivo es que algunas palabras y frases te entretengan. Entra.