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Mostrando entradas de noviembre, 2007

NOCHE DE DOMINGO

Escupió. -¡Qué asco de río!- dijo con desprecio. Román aspiró de su cigarrillo. -Se va a hacer tarde... -¿Y dónde quieres ir, con tanta prisa?¿Te espera alguien? -No-Susurró el otro-, pero me gustaría ir a casa, casi es de noche y tengo hambre. Vámonos -Bueno, termina tu cigarrillo, hombre, no seas pesado -Mara me espera Román volvió a escupir. -Pues no se para qué... No respondió, limitandose a ajustarse el abrigo. Hacía largo rato que no se veía un alma y los coches pasaban con menos frecuencia. Aún así, Pedro terminó el cigarrillo y no se levantó; quedaron los dos mirando al vacío sin hablar por unos minutos, y parecían absorver los sonidos de alrededor. Noches así esquivan la rutina de las cosas, y lo cotidiano se hace distante y frío como la escarcha nocturna de la ribera del río. Finalmente, Pedro habló. -Vámonos, es tarde ya- dijo, después de un bostezo. Román asintió y se incorporaron, saliendo a la calle a través de la arena del parque con las manos en los bolsillo y la cabeza

EL RIO DE LA CIUDAD

En el principio era el río, y más que el río, un hilo aparente de agua que refrescaba tímido la tierra alrededor. Una tierra entre seca y frondosa, contradicción que no impidió a las gentes asentarse y crecer a su frescor débil como de murmullo enfermo. Este hilo que mueve discretamente la historia y su sequedad es fruto de los corazones tibios, tristes y desolados que gimen en un radio considerable desde el curso bajo del afluente discreto hasta su muerte no lejana: Manzanares es un río donde lo más grande es el nombre, precisamente; el nombre y lo que ha conseguido atraer en edificios e importancia, como si su autosuficiencia fuera tal que cada gota que vuela por su cauce tuviera la fuerza de mil gotas de otros ríos. Y cada noche las brumas invernales barren las alegrías y desgracias de los días interminables con promesas de prosperidad y recuerdos de esférica persistencia, quimeras al fin tan perezosas como insalubres. No hay ejemplo mejor de incongruencia que dotar a este débil bos

UN RECUERDO

Sinceramente, el ejercicio del recuerdo es algo aborrecible, una pérdida de tiempo y también de identidad. Somos lo que recordamos, y recordamos lo que una vez vimos o vivimos y tambíen conocimos sin ser más que comparsas y sombras, espectadores sin rostro, vamos; esta última acepción es la que aterra, pues suele aparejar una serie de mecanismos, digamos, generales y comunes a muchas personas, algunas de las cuales son aborrecibles. Una vez aclarado este término, mis lectores casi inexistentes podrán comprobar, sin hilos ni trucos de ningún tipo, cómo me pongo a recordar con nostalgia y admiración un hecho general del que no participé, pero si admiro desde lo recóndito de mi mente. Viendo el curioso y algo engreído Diario de la Noche de Telemadrid, noticiario que me gusta y repele a la vez, encontré leyendo titulares de prensa a un viejo conocido que influyó en mi primera mocedad y crecimiento desordenado: Allí estaba el señor Ramón Pi, mi legendario director del Ya, nombre mil veces v

EL DIARIO DE SVETLANA

Al fin sucedió; en menos de una semana, el honor de aparecer en televisión (el motivo parece dar igual), sufrir una encerrona y perder la vida violentamente. La tal Patricia del diario famoso, nauseabundo, lamentable y altamente inmoral puede tranquilamente hacer una muesca en su micrófono maloliente. Seguramente su audiencia sube después de saberse la anécdota de la que, por supuesto, no sienten ningún remordimiento en los despachos de Telecinco. Enhorabuena, maestros, ya podeís hacer un especial titulado, en vuestro vomitivo lenguaje rastrero, algo así como ¿Has decidido matar a tu pareja después de hacer el ridículo en televisión? con esa cara de plato de partir cochinillo que tiene la muy... y así seguir educando al personal, personal que uno se imagina babeando ante las bajezas que muestra la presentadora en cuestión, rubia de bote, de rostro semicrispado y con pinta de cobrar su buen dinero por reírse de un público ineducado, asilvestrado y encantado de observar este tipo de humi

DÍAS COMO HOY

Decía Mafalda que cada vez iba quedando menos que decir. Y eso lo decía en la década de los 60. Ahora, además, va quedando menos que hacer. Esta vida que nos toca sufrir asemeja un bucle eterno de presencias y corrientes enquistadas: Es lo mismo cada día. Como en un infinito día de la marmota, nuestra vida gira en torno a ciertos asuntos que se cuentan con los dedos de una mano, y que no dejan espacio para la emoción individual o colectiva, a no ser que consideremos emoción adquirir una pantalla de plasma o un nuevo teléfono móvil que incorpore GPS. Las emociones murieron hace años, y ya nos queda esperar que se detenga la noria y bajarnos con la sensación de que podíamos haber vivido más, profundizado más, aprovechado más. Y así estamos, esperando en nuestra Casablanca privada, esperando, esperando, esperando y, en el fondo del espíritu, sabiendo que hay engranajes que no volverán. Menos que decir, nada al fin.

EL DICTADOR ETERNO

Hoy hace 32 años que Franco murió en la cama después de una larga agonía. Una agonía para él y para España. Tantos años y tantos odios que no olvidan, que miran atrás como dedos llenos de ansia y de sangre no derramada. Y Franco murió en la cama. Sin duda un régimen como el de este hombre no es lo más agradable para un país, pero a veces diríase que el parón del siglo XX le vino muy bien a España, que cerró sus contradicciones durante cerca de cuarenta años y después de una guerra atroz entre dos facciones dispuestas a devorar y masacrarse. Le vino bien y no, porque llevamos 32 añitos oyendo y sufriendo la mirada atrás continua y agresiva de unos pocos que hacen mucho ruido. Yo quisiera no tener que recordar a Franco cada día de mi vida, o que cuenten historias perdidas en la noche de los tiempos, como si hoy mismo no hubiera o hubiese abusos de poder y crímenes de Estado. No sé bien qué diferencia hay entre un abuso de los años cuarenta a uno de hoy, excepto que es más grave, vergonzo

¿EMPRESARIOS?

Ay, señor, llevamos una serie de años, interminable agonía, en que cuando te presentan a alguien y cometes la torpeza de preguntar a qué se dedica, invariablemente el interpelado se yergue sobre sí y cambia el tono de voz, al responder: -Tengo una empresa, yo. Mía propia, mi empresa... Y con esa estupidez te quedas lívido. ¡Un empresario!¡Un creador de empleo, un motor de nuestra economía!¡El nuevo Rockefeller!¡Henry Ford!. Pues no, queridos amigos estándar, lo que suele tener el insectívoro en cuestión es un tienducho, una peluqueria, un kiosko, una humilde página web, lo que toda la vida ha sido un negocio, y más propiamente un comercio. Desde que a algún estúpido de cerebro calcinado se le ocurrió eso de pequeña y mediana empresa, todos a saco en la categoría. Habla el presidente de la CEOE y escuchan cual si fuera su gurú, a ver por donde va a tirar su empresa, pues son empresarios, cosa que suelen recordarnos a cada paso de conversación. Dejémonos de chorradas impropias y sueños d

GALGO EN ASFALTO

Hay un galgo en la rotonda, desafiando el tránsito y trotando erguido. Va como de paseo despreocupado, su cara alargada muestra la angustia y pasan los coches a su lado, le van a romper la crisma tarde o temprano, hay un galgo. El sol reparte fuego, los coches respetan de momento su camino como si fuera un carro antiguo, el galgo llora y gime pero avanza locamente en terreno hostil, no respeta las señales, únicamente sigue el dictado de su mente enferma, no busca árboles, trota en la carretera, con un plástico al cuello. Qué hará sino recordarnos que existen y quieren ir locamente por el asfalto. Va a morir loco y solo en la carretera. Quizá no y supere la locura del tránsito desesperado de los hombres y sus máquinas, cerebros de plástico; si, señor, hay un galgo despistado rodando por la carretera y nadie hace nada por él sino esquivarlo y perdonan su estupidez. La luz brilla sobre todos nosotros mientras ocurren hechos así, tan leves y distantes que nadie se ha enterado de que hay un

LETRAS SUCIAS

Desde que descubrieron el poder de la repetición mental, los progresistas insisten y determinan qué es cultura y qué no lo es. Normalmente cultura es todo aquello que proviene en mayor o menor medida de sus arcas, sus filas, sus cachorros. Es evidente que no puede decirse que no han existido intelectuales de izquierda con altura, pero sí es fácil saber que tal altura no siempre es justificada. El siglo XX está trufado de plúmbeos ejemplos que moverían a risa si no fuera porque constituyen, tales nombres, una nómina extensa de referencias para justificar una altura cerebral inexistente; pero resulta que los derechones se han acobardado y sufren, hincando las rodillas ante los nombres que restriegan las vocerías de turno. Y todo por parecen justos y, horrible palabra, democráticos. No es democracia lo que tenemos frente a nosotros, señores: es abuso moral. En primer lugar conviene insistir en que la orientación política o vital del intelectual de turno no guarda ninguna relación con su t

EL MANSO

De súbito, volvió la tranquilidad, una quietud abrumadora, después de todo. -Me río del miedo ¿Me oyes?-dijo, entre tembloroso y acobardado-, me río yo, óyeme Se sentó en el oscuro pasillo, como roto y deslabazado; caía un hilo de saliva de su boca crispada. Inclinó la cabeza hacia la izquierda y comenzó a murmurar cada vez más rápido: -Culpa, culpa, culpa, culpa, culpa, culpa, culpa... Y la saliva huía de su boca espantada. En el rellano empezó a haber movimiento, era seguro que ya estaba sentenciado. A lo tonto se vió a sí mismo en la infancia, cuando merodeaba en la huerta, y sintió gran vergüenza de haber acabado así, tan violento y desgraciado. En la huerta sonriendo. Si pudiera volver allí y sonreir, sabiendo porqué, nada hubiera ocurrido. Tarde, claro; Enrojeció. Un ruido en la puerta y luego un estruendo y pasos y la sombra en el principio del pasillo y el recuerdo de la huerta en su niñez. Gritaron algo cerca y luego le voltearon. Se sorprendió de la cantidad de sangre que cho

LOS SEÑORES DEL HOMBRE

Una sombra se desliza por el asfalto, húmedo de la mañana. Unos pasos y las sombras bailan, tanta quietud; siempre hay algún motor encendido velando, recordando lo que la luz del día lleva. Aún ahora la perfección huye, pues no es buena cosa destacar en soledad. Nitidez de la madrugada. Hay gritos distantes, los últimos o los primeros, qué mas da. Aquí es viable reconocer las evidencias que nos empeñamos en negar en nuestras horas cumbre, el hombre amargo y mercante, las palabras infames, rácanas bocanadas de común sosiego. Si sales de trabajar a esta hora el mundo es una gran deshonra, deshora, desdichado siervo. ¿Tienes para una tele? Vive, pues, las ondas de luz, estas en nuestros siglo; si despiertas agonizas frente a tazas humeantes de buen café, o lo que sea. Cuida el planeta, es lo último que verás y olerás. Cuida asimismo tus ojos, no verán lo que tienes frente a tí creciendo sin medida ni piedad. Es la certeza de que están haciendo de tí una marioneta, carne y producción para

ES POSIBLE LA MEMORIA

Es posible que nos tomen por tontos, pero recordar a vuelapluma no tiene sentido, y menos si se recuerda como a uno le apetece. Realmente no es sensato ni ordenado ponerse a pedir cuentas a un cadáver sobre los otros cadáveres, y quien llore por lo que pasó hace setenta, cincuenta años merece un tratamiento. Para hacer memoria están los desgraciados de Atocha, hace apenas cuatro años, o los sojuzgados de Cataluña, del País Vasco, los muertos sin memoria, tan cerca, tan triste como una democracia hipócrita. Es posible que las gentes escuchen soflamas estúpidas o frases a medias sobre nuestras grandes mentiras, gobiernos legítimos, democracia violada, pero abres los libros de historia, y ahí está Prieto y Largo Caballero y Negrín, tan legítimos como vivir con lo hurtado al pueblo y dejar en campos de concentración a los que lucharon engañados por ideales inútiles. ¿Dónde dice usted que pone, en el ideario de izquierda, que los líderes viviran con lo robado y los que pusieron la cara para

UN DEBER

Debo cruzar el puente. No es asunto difícil, se trata de un puente de piedra, sobrio y firme y el río no es caudaloso, pero me da miedo hacerlo, pues sospecho que lo perderé todo si paso a la otra orilla. -Para completar tu educación tienes que ir al otro lado -me dijo mi padre, hace dos días- y, una vez allí, seguir por donde necesites... Una parte de mí desea pasar el río y desparramarse por la tierra, pero la otra, que me domina, quiere permanecer en este lado con lo conocido. No es que sea una persona miedosa, es que no sé si quiero conocer más rostros o ver a la gente. Para prosperar sé que todo el mundo cruza a edad temprana y su vida cambia y maduran y se hacen sociables y conscientes, pero yo no lo veo claro, porque me gusta pasear solo y no tener que rendir cuentas a nadie y, por si fuera necesario justificar mi reticencia, no deseo conocer más cosas ni tratar con nadie que no sea yo, y mi miedo aumenta y enrojezco sin motivo, solo en el pilar del puente, porque soy el último

DE NOCHE

Y luego, por la noche, cierro los ojos creyendo todo cerrado y el día terminado. Caigo en un sueño sin voces ni rostros, en una suspensión donde algo se rompe gota a gota. La respiración se tranquiliza y comienzan los bailes del sonámbulo. La calle rompe su silencio de vez en cuando, pero da miedo pensar qué está ocurriendo. Podría morir sólo con ser señalado por un hombre fuerte, morir sin dejar rastro; podría ser la última noche. Pasan las horas hasta la angustia del amanecer y cada hora parece crecer el pánico del alma. Luego duermo y calla la angustia; calla un rato suave y tranquilo hecho de paz negociada, como cuando niño reía y dormía y reía y dormía y nada más. Y, sin embargo, no puedo olvidar que mi perro gime toda la noche en la cocina sin consuelo posible, y su soledad es, pues, mi derrota definitiva. Pasan los años y las gentes, ¿O es que no los oyes?. ¿No gimen cada noche en silencio, como mi perro?.