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Mostrando entradas de julio, 2007

HEROES DE AYER

Se negaron a aceptar el paso sin más, por eso son héroes. Sufrieron como perros y expandieron más allá de su tiempo las luces que les atormentaban, las palabras, imágenes e ideas que nacieron para quedarse. El mes de agosto es tan bueno como cualquiera para recordar y recordarlos, que han callado, que están aquí, esperando a volver a la vida en una hora cualquiera. Son los héroes del ayer y de antes del ayer y de más antes de antes del ayer, personas que trascendieron a su cuerpo y aún hoy marcan ciertas tendencias, ciertas emociones, cierta admiración, desde la tierra consumida en la que duermen. A veces coinciden con la corriente mayoritaria y a veces nadie habla de ellos. Para mí siguen potentes en su atalaya, y en ocasiones un consejo suyo vale más que el oro. Hablan para su tiempo, pero yo los recojo y los tiro en nuestro tiempo, a modo de reverencia postmoderna. No son perfectos ni santos, pero su corazón palpitante desborda su obra, cualesquiera que esta sea, que es el legado et

BORRADO SÚBITO

El martes se encontró con la sorpresa: su hermoso piso, que tanto había costado poseer, ya no era suyo. Su marido y sus hijos eran de otra y tenían un apellido extraño y lloraron confundidos cuando intentó hacerles comprender que un par de horas antes contituían su hogar y su familia. Después de unos cuantos gritos y súplicas, fue expulsada a empujones y malos modos por el recién amnésico marido, y salió a la calle aturdida y nerviosa. Atardecía temprano y el tiempo señalaba la inminente lluvia. Pero no sabía dónde ir. Al pensar en su caso, se le ocurrió que, después de todo, no era tan malo haber borrado su huella doméstica, y empezar una nueva vida sin ataduras ni tristezas era excitante, así que lanzó un beso fugaz a sus hijos en el aire, derramó unas postreras lágrimas y se encaminó calle abajo cada vez más risueña y liviana. Al cabo de ciertos pasos empezó a borrarse su silueta aún joven y no quedó otra cosa en la acera que una sombra sin identidad, que se desvaneció en cuanto la

RUTINA

El señor Gil llevaba 35 años recorriendo el mismo camino de su casa al trabajo; iba andando pues apenas distaba unos minutos de paseo. Al principio, como era fumador, Gil tardaba casi exactamente un cigarrillo de distancia, con un lapso inicial para comprar el periódico; esta rutina duró 5 años, ya que tuvo que dejar el tabaco por prescripción facultativa. Al comenzar el sexto año, el camino de casa al trabajo empezó a pesarle de manera extraña, así que intentó romper la rutina cambiando de periódico, de forma de andar, de pensamientos y de actitud ante el desarrollo, pero la pesadumbre de Gil crecía sin remedio y se rindió. Decidió hacer el camino porque sí, porque era necesario y no tenía mayor misterio ni encanto posible. Abotargado y cansado, siguió los restantes años recorriendo el mismo recorrido cada vez más opaco, más gris, más deprimido, hundiéndose en la melancolía y la abulia de un tiempo sin huella. Para el señor Gil el camino era una metáfora espantosa, macabra de su traba

LA CRISÁLIDA

En cierta mañana de un abril incierto, hacia las nueve, el vecino más circunspecto y formal del edificio abrió la pesada puerta de su pisó y gritó a pulmón suelto: -¡Ahora, instálese la locura y el caos en mi vida! Y cerró dando un portazo. A las once salió un hombre de expresión nueva, como un reverso luminoso de sí mismo. Con aquél golpe de timón anunciado a voz en grito, consiguió vivir feliz hasta su último día sobre la tierra, siempre libre y consciente. Sus vecinos le temieron y evitaron siempre, lo que no afectó a nuestro héroe en la autoestima ni rompió su hechizo personal.

ES POR AQUÍ

Amanece. La primera luz empieza a inundar el camino del valle, mostrando en su linde las plantas en esplendor de la potente primavera y crece el romero, cerca y distante. Aun lejos habla el río cuyo rumor refresca el inconstante camino. Muchos recorrieron la senda antes y sus pensamientos han quedado flotando en el aire como si hubiera un hogar perpetuo para estas palabras nunca pronunciadas. Aquí han tomado forma algunas decisiones afortunadas, porque el camino del valle proporciona a la persona las fragancias y percepciones necesarias para comprender, y los mismo árboles creadores de sombra parecen animar al alma sola a pelear contra el mundo. Así, entre desniveles y curvas y plantas que acarician la arena del camino se alcanza la aldea, triste destino para un paseo de perfección como es éste. Tantas pasos perdidos en el tiempo, tanta melancolía cuando se deja de recorrer el gran camino de la madre naturaleza y de la humildad del hombre, exactamente cuando la noche anterior ha dejado

PADRE

Ba nos dijo que la tierra bastaba, que un hombre es libre de correr o no, de cazar o recolectar, y Ba ha muerto como una bestia, días atrás. Él nos enseñó a desenvolvernos junto al río cuando la crecida proporciona abundancia, y muerto ha quedado junto al río; nos explicó los ardides que confunden a las presas y las señales que alertan de enemigos, pero de estos hombres pálidos no debía saber una palabra. Los fuegos de la noche se han extinguido. A dónde vamos encerrados en la tripa de la balsa enorme no lo sé, la respiración se hace negra y sucia y Ba no respira más y su cuerpo es alimento de la tierra y de buitres y alimañas y es feliz tendido en la bendita tierra junto a sus mayores. Nosotros lloramos a Ba que todo nos enseñó, excepto a morir dignamente en lugar de llorar en esta oscuridad que nadie sabe cuando acabará. Nuestra dignidad ha sido doblegada y Ba no lo sabía todo sobre lo que vive bajo la bóveda celestial, no lo sabía. Somos cientos los hombres a la deriva, muertos y ar

EL BUEN SEÑOR

El señor Alberto entró en la cocina, cortó una rebanada de pan y la metió en la tostadora. Después echó un poco de aceite en la tostada y completó la merienda de medianoche con unas tiras de jamón ibérico sobre el pan aceitado. Comió despacio, acompañándose de un vino ejemplar; al liquidar el aperitivo corrió a acostarse muy contento. Acababa de ganar unos cinco millones de euros para sanear sus cuentas corrientes, algo que tenía preocupado al buen señor Alberto desde quince días atrás, cuando la liquidez estaba en entredicho. Era un lince para salvar los trastos: Había puesto de patitas en la calle a cien empleados negociando indemnizaciones menores, mentido como un bellaco en todas las reuniones, sobornado un poco por todos lados y había logrado estafar al fisco gracias a pequeñas fisuras de la legislación. La empresa estaba perdida, pero el dinero del señor Alberto no. Las luces de su casa se apagaron y el señor Alberto durmió profunda y serenamente, como si hubiera trabajado alguna

UNA HISTORIA POSITIVA

Un hombre recorría el mundo vendiendo periódicos atrasados, pero no lo suficiente para ser considerados históricos. En cierta ocasión le preguntaron la razón de tan peregrino negocio, del que apenas sacaba para comer con humildad. Él reprimió una pícara sonrisa, y haciendo un esfuerzo por evitar su carcajada, replicó: -Porque las noticias buenas de ayer han crecido, señor, y hoy son excelentes, como ya sabemos los que las conocimos de jóvenes... -¿Y las noticias malas? ¡Son la mayoría! -Las noticias malas, señor, son el pasado. El daño ya se ha causado, los que debían llorar lo han hecho, y los demás seguimos en el camino.. Y dejando las últimas palabras flotando en el aire de la tarde cálida, se marchó a vender su mercancía olvidada al siguiente pueblo, canturreando canciones felices.

UN HOYO

Bueno, pues costó una barbaridad horadar el suelo para enterrar los pilares. Después de dos días de esfuerzos, rompieron la primera capa, con lo que el operario respiró aliviado. El capataz mudó su expresión al asomarse a la brecha y ordenó detener los trabajos; se paseó arriba y abajo por donde la máquina había quebrado el suelo e hizo una llamada. Una hora después se presentaron los constructores, sudando y con trajes caros y feos; conferenciaron junto al agujero y se acercaron a la máquina excavadora. -Empieza a excavar lo más rápido que puedas, y calladito- Fueron sus palabras exactas. Hubo un gran socavón que se rellenó de cemento, y de esta manera se perdió la ciudad mejor conservada de la época romana, pues aquellos hombres consideraban mejor negocio seguir con la construcción de un bloque de pisos a tanto el metro construido que avisar a las autoridades y perder el negocio. Eso sí, se llevaron sus buenas piedras de recuerdo, los muy ladinos.

EL GRAN ASALTO

Quiso romper el techo de su destino, y acabó fregando suelos en el Bar de Sombra, donde las almas solitarias minaban su cuerpo a base de alcohol barato, palabras huecas y recuerdos difusos de antiguas glorias. En tristes madrugadas devastadas desoía a los clientes y curaba sus heridas en el rincón. Pero jamás derramó una sola lágrima. Limpiaba y esperaba el fin del abismo.

LOBO

¿Por qué he de respetarte, bestia? Tú, que con tu sucia hambre vaciaste el valle y rebosaste la montaña con tu ira, con la voracidad de un cachorro mal enseñado, deseas mi muerte. Dí, ¿Dónde están los míos sino en la tierra, destrozados?; ni siquiera los comiste, tan sólo traías la rabia y me dejaste solo en la montaña, donde no hay nada. No respetas las normas de la Madre y haces acopio de las presas y no dejas acercarse al lince, al zorro, a mí mismo a la mesa de la carne. Me buscas y no me encuentras pues quedo yo, de antigua estirpe, para enfrentarme a tu maldad. No eres nuestro, eres la plaga infértil y me acusas, bípedo, de invadir tu territorio. Sí, hombre maldito, esta noche bajaré a tu aldea y me llevaré a tu niño, así sientas el agudo pinchazo del dolor; ya no hay tregua entre nosotros, uno ha de caer, así lo he decidido. No moriré sentado, bestia deforme.

EL ABISMO

Cuando hubo cerrado la puerta de su humilde vivenda dejó de sudar. Se sentó inclinado en una silla frágil y quedó en suspenso. Tras años de intuición volátil ya tenía la certeza a su fracaso y miedo: No sabía vivir; y las reglas que conducen a una persona al triunfo o fracaso eran un enigma para su pobre mente. El abismo abierto a sus pies crecía sin detenerse. Restaba esperar al olvido y una muerte discreta, sin ruido, porque nadie despide a los fracasados. Las aceras de las calles ardían bajo el sol de agosto.

EL ENIGMA DE LA MENTE

Casi a un kilómetro de coronarse campeón, el famoso corredor detuvo su marcha y se sentó en la acera con la mirada perdida. Los espectadores, desconcertados, le contemplaban con espanto. Ajeno a su alrededor, él, húmedo por el esfuerzo de kilómetros, parecía librar una batalla infinita con su voluntad. Tanta era su ventaja sobre el resto de participantes que transcurrió mucho tiempo hasta que el segundo clasificado pasó por donde él había detenido su carrera. Cuando se consumó la tragedia, rompió a llorar y se encaminó con paso firme por entre la gente, perdiéndose en la ciudad. Nunca explicó las razones de tan extraño comportamiento. Era un gran campeón.

LA SONRISA DEL MUNDO

Tenía una sonrisa tan feliz y sincera que daba pena rompérsela, tan genuina era. Iba así por la vida, sonriendo con las arrugas marcadas de puro feliz, los ojos brillantes y alegres, tan confiados que nada dañaba su cuerpo. Incluso cuando lloraba la sonrisa seguía presente, y si alguna vez no la dibujaba era auténtica angustia para cualquiera que supiera de ella, de su alegría interior. Daba paz y contento verla tan bonita y aunque algunos dijeran que era pura fachada o un gesto de su simpleza mental, estaba claro que sonreía por un profundo amor que brotaba de dentro, estallando en las conciencias de insatisfechos. Pues sí, por aquella sonrisa perenne daba pena no vivir, y así de simple era su secreto y su fuerza interior. Era la vida tan grande como el universo aquellos días de su sonrisa.

A LAS CINCO

Son las cinco de la madrugada y la calma reina a este lado. De vez en cuando un coche, unas voces discordantes. Tranquilo y dormido como la gente que ya ha cumplido el día, quizá alegre. Son las cinco y escuchando la atmósfera suave cualquiera diría que en algún lugar la violencia se impone y se impone la muerte. Duermen las gentes esperando el mañana incierto, pero la verdad es que tal hora como ésta el mundo gira, no desesperado; el mundo gira al compás de un cuerpo dormido y limpio, tal y como son las almas a las cinco de la mañana. ¿Dónde nacen las infamias cuando descansan los hombres?. El dolor del nuevo día es imposible cuando se escucha con violencia la calma en la madrugada. Lejos suena la música. El cuerpo respira y calla, calla y sueña, y el reloj sigue enloquecido, y por qué si no existe la esperanza...

UN BUEN HIJO

Era un matrimonio tan ceremonioso y serio, tal y como se entiende en ciertas provincias el ser de buena familia, que cuando ella notó que el embarazo tocaba a su fin, se puso sus mejores galas con esmero, se perfumó levemente y, acercándose al despacho de su marido, anunció: -Fermín, nuestro hijo quiere conocerte. El marido cerró severo el escritorio, se cambió la chaqueta y cogiendo a su mujer del brazo, la acompañó al hospital. Cuando la hubo dejado al cuidado del médico, al que estrechó la mano a la antigua usanza, acercó su cincelado bigote al oído de su esposa y declaró: -Herminia, cuida de que nuestro hijo observe la buenas maneras desde el principio. Confio en tu buen gobierno-. Y la besó en la frente. Herminia entró con el rostro serio y cada arruga de su piel mostraba a las claras que era de buena cuna, tal y como se entiende por buena cuna en ciertas provincias, y consiguió a duras penas no gritar en todo el proceso de dar a luz. Intentó asimismo no sudar, con poco éxito. Y a

ELLA

De joven era tan hermosa que se podía oír el deseo imposible de los hombres que la asediaban y perdían la dignidad en su presencia. La belleza se arruinó con los años y los arreglos inútiles que pagaba un marido ya aburrido. Pero había sido tan radiante que muchos respiraron aliviados y tuvieron una vejez tranquila al verla ajada, mas esto ella nunca llegó a saberlo, anclada como estaba en su edad dorada.

EL DESCENSO DEL AGUA

Empezó a llover, y lo que parecía un chubasco rápido de verano se transformó en rabia y en tormenta y así siguió largo tiempo arrastrando la suciedad, la malicia que reinaba en la ciudad. Las gotas se besaban y golpeaban rítmicamente en su fiero descenso el orgullo de árboles y construcciones. Curiosamente, cuando los corazones de los habitantes se secaron debido al terror y la angustia del agua, la nubes se abrieron y volvió el sol. Y se llenaron las calles de gentes doloridas.

CAMINANTE

Iba caminando distraído por la calle, en una mañana de sol y de ambiente fresco. Iba ajeno a su alrededor, en un andar sin pensamientos, abandonado, simplemente camino de algún sitio. De súbito percibió el olor de una brisa que llevaba adherida una fragancia sin nombre; aspiró y en su mente explotó una persistencia de bienestar. Había reconocido un perfume de antaño, de un tiempo indeterminado; inocente aroma que traía nostalgia y contento a la vez, sin razón, sin precisión ninguna. Este viento descorrió el velo de sus ojos y le obligó con ansia a absorber lo que se cruzaba en su camino. No se preocupó de buscar explicación a semejante despertar: se alegró de estar vivo y durante unos minutos tuvo el mundo entre los dedos. Así el día quedó completo para el paseante.

HASTA LUEGO

La mañana del martes, Andrés se lavó y vistió con la tranquilidad y precisión acostumbrada. Después desayunó con su mujer, Eva, y besándola con suavidad, se despidió: -Hasta luego... Parece ser que tuvo un mal tropiezo en el Metro, de camino al trabajo. Las cámaras de seguridad recogieron la imagen borrosa de Andrés Morán en un pasillo y después unas siluetas aún más difusas un instante después, cuatro o cinco sombras inquietas. Fue recogido agonizante y murió por heridas de arma blanca camino del hospital. Eran las ocho de la mañana. El día transcurrió con normalidad para el resto de la ciudad: Atascos, frenesí, rostros aburridos por doquier, pulso de las personas un día sin huella. Vino la noche y amaneció el miércoles, lluvioso y triste, y con esa tristeza enterraron al Andrés Morán, varón de 37 años, sin hijos, muerto con violencia una mañana de marzo, mientras el corazón oprimido de sus seres queridos latía con violencia. Su mujer, Eva, guardó las últimas palabras conocidas de And

UN CUENTO BREVE

Casi al punto de alcanzar la cima de la tremenda montaña, el alpinista quedó ciego. Después de un instante de reflexión, imaginó largamente el paisaje desde la cumbre hasta el valle con sus recuerdos visuales, sonrió y cubriéndose el rostro con las manos se tumbó en la nieve. Estaba solo.